21 de octubre de 2019

Selemno, Argira y el tiempo.


Mañana hace un año que me separé, pasé toda la mañana tarareando una canción de Carolina Durante y moría de ganas de que fuera domingo. Escuché canciones de Silvio Rodríguez. Pensé mucho mucho tiempo y más de la cuenta, de lo que tengo y lo que me falta.
No sé por qué me acuerdo el día exacto en que te dije que quería estar solo, sin recordar después de tanto tiempo todo lo que odio la soledad.
En ningún momento estuve triste, más de lo que estoy todos los días, lo juro, pero me embargó la nostalgia. Salí a caminar al mediodía con los auriculares puestos y El Incendio de Eté & y los Problems en Spotify.

“Yo creo que es mejor
seguir moviéndome
a dónde voy no sé “

Justo la noche anterior escuchaba a Dolina sin poder dormir, que narraba el mito griego de Selemno, la historia de amor del joven pastor, ese que un día se enamoró de la ninfa Argira, según dicen, como toda ninfa era extramadamente hermosa.
Ella, para suerte del pastor, también se enamoró de él y fueron amantes durante muchos años. Se amaron con locura y pasión, pero el tiempo pasó, como pasa siempre, casi sin darse cuenta. Y mientras pasaba, Selemno dejaba de ser joven y también dejaba de ser hermoso a los ojos de Argira.
Por lo que la ninfa un día lo dejó de amar y se fue.
Desolado, triste y todavía enamorado, murió. Según dice la historia, fue la muerte más triste de toda Grecia, Selemno no pudo arrancar el amor de su cuerpo nunca y ésto compadeció a la mismísima diosa del Amor Afrodita que conmovida, decidió transformarlo en un río que con el poder de hacer olvidar sus penas a cualquiera que se bañara en sus aguas y así, nadie más muriera de amor.

No pude dejar de pensar en todos los momentos que yo quisiera olvidar, en cómo todos somos un poco Selemno, nos ponemos viejos y cambiamos. No hay a quién culpar más que al tiempo.
Como también a veces somos Argira dejando de amar.
Yo seguí caminando por el cerro, la música cambió muchas veces, me dolían las piernas y terminé parado frente al río de la plata viendo de frente al puerto. Respirando profundo y sin recordar cómo volver a mi casa.

12 de octubre de 2019

Sin modales.

Quiero que hagamos el amor como dos leones en National Geographic, que no nos importen los ciervos ni el tiempo, que te pierdas en mis brazos y en mis sabanas, los sábados a la mañana. Que lo hagamos una y otra vez hasta que llegue el atardecer, sin darnos cuenta. Que no podamos reconocer los pies de la cama, ni la cama, ni la casa. Llenar de cuerpo los besos que quiero darte hace tanto, recitar los cuentos que te escribí y nunca te dí. 
Beber y brindar al viento y al tiempo, porque todo llega en su momento. Abrazarte cada vez que nuestras miradas se crucen, besarte cada vez que no sepa qué decir. La espera es corta cuando está llegando a su fin. La espera es el castigo, que termina al verte venir. 
Olvidarnos todo por un rato y rezarle a un santo, que no nos mate un calambre, que no nos quedemos sin aire y no terminen los momentos.
Quiero cojamos sin modales. Quiero que lo hagamos el amor y que no importe nada, ni siquiera el tiempo.