Mañana hace un año que me separé, pasé toda la mañana tarareando una canción de Carolina Durante y moría de ganas de que fuera domingo. Escuché canciones de Silvio Rodríguez. Pensé mucho mucho tiempo y más de la cuenta, de lo que tengo y lo que me falta.
No sé por qué me acuerdo el día
exacto en que te dije que quería estar solo, sin recordar después
de tanto tiempo todo lo que odio la soledad.
En ningún momento estuve triste, más
de lo que estoy todos los días, lo juro, pero me embargó la
nostalgia. Salí a caminar al mediodía con los auriculares puestos y
El Incendio de Eté & y los Problems en Spotify.
“Yo creo que es mejor
seguir moviéndome
a dónde voy no sé “
seguir moviéndome
a dónde voy no sé “
Justo la noche anterior escuchaba a
Dolina sin poder dormir, que narraba el mito griego de Selemno, la historia de amor del joven pastor, ese que un día se enamoró de la ninfa Argira, según dicen, como toda ninfa era
extramadamente hermosa.
Ella, para suerte del pastor, también
se enamoró de él y fueron amantes durante muchos años. Se amaron
con locura y pasión, pero el tiempo pasó, como pasa siempre, casi
sin darse cuenta. Y mientras pasaba, Selemno dejaba de ser joven y
también dejaba de ser hermoso a los ojos de Argira.
Por lo que la ninfa un día lo dejó de
amar y se fue.
Desolado, triste y todavía enamorado,
murió. Según dice la historia, fue la muerte más triste de toda
Grecia, Selemno no pudo arrancar el amor de su cuerpo nunca y ésto
compadeció a la mismísima diosa del Amor Afrodita que conmovida,
decidió transformarlo en un río que con el poder de hacer olvidar
sus penas a cualquiera que se bañara en sus aguas y así, nadie más
muriera de amor.
No pude dejar de pensar en todos los
momentos que yo quisiera olvidar, en cómo todos somos un poco
Selemno, nos ponemos viejos y cambiamos. No hay a quién culpar más
que al tiempo.
Como también a veces somos Argira
dejando de amar.
Yo seguí caminando por el cerro, la
música cambió muchas veces, me dolían las piernas y terminé
parado frente al río de la plata viendo de frente al puerto.
Respirando profundo y sin recordar cómo volver a mi casa.