27 de diciembre de 2019

Recostado en sus rodillas

Soñé con el amor de una mujer que no usaba corpiño, nos acurrucamos en los pasillos de una facultad a la que nunca fui. No pude ver su cara durante todo el sueño pero la besaba como nunca a nadie. La recuerdo delgada, castaña y hermosa, aunque no recuerdo su nombre, tal vez nunca lo supe, era la amiga de una amiga.
Lo soñé en una siesta de diciembre en la que volé de fiebre, pero me desperté con los labios frescos por sus besos.
Quién sabrá más que yo cómo extraño sus besos, aunque fueran parte de sueño. Nadie se imagina cómo me acuesto queriendo volver a soñarla. Solo ustedes ahora, donde escribo para no olvidarla.
Tengo aún la sensación en mi espalda de recostarme en sus rodillas, sentados en el piso de alguna plaza. Recuerdo ese primer beso que nunca existió con más detalles que los que tengo de mi propia vida. Puedo verme acercándome a besarla en cámara lenta, como nos besamos sin saber qué pasaba, como nos abrazamos y agarramos nuestras nucas para que nadie pudiera separarnos. Puedo verme feliz en ese momento después de haber esperado tanto y que pasó en el momento justo, como todos los primeros besos.

-Mal momento para conocer en sueños a un amor de facultad cuando ya no hay más clases- Me dijo un amigo perspicaz. 

Eso me dejó aún más triste, sabiendo que mis sueños son más sádicos de lo que creía. Siempre recuerdo mis sueños Un analista diría que extraño estar enamorado, una bruja diría que fue premonitorio, y mis amigos me dicen - como siempre- que estoy loco. Yo quisiera no haberlo soñado, porque llevo semanas pensando en una mujer que no existe, en un futuro que no va a pasar, en una locura que me atormenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario