28 de marzo de 2020

Aire Rico Vol. 9: Como ese vaso.

Pocas reglas tengo en mi vida que es un caos, mucho menos cuando el plan es tomar más alcohol que el que mi cuerpo pueda aguantar, es más, solo una se me viene a la mente, nunca pedir whisky cuando salgo a tomar afuera. Lo que hago es pedir una cerveza para que me dure un rato largo. Me molesta tener las manos vacías. Tener las manos vacías me hace pensar y odio pensar. Aunque más odio estar yendo y viniendo a la barra a cada rato por otro trago como un imbécil.
Hoy no era el caso, me atornillé a la barra en un banco incómodo, bastante lejos de la puerta para que no me molesten, con la cabeza baja y con un dedo revolviendo los hielos. Lo único en lo que más o menos pensaba era que quería tomar hasta perder la consciencia, tenía un deseo enorme de no estar en ningún lado. Después de dos codazos que me hicieron volver a la realidad asumí que había elegido mal el bar, había demasiada gente y para peor, demasiada gente conocida. Habían demasiados recuerdos de noches pasadas también, era un lugar horrible en la Ciudad vieja donde solía ir con unos amigos a los que ya no veía.

Empece a tomar enseguida que llegué y por suerte me sentía cada vez más solo, después de la cuarta o quinta medida de Jhonny Walker, dejé de prestar atención a la música, se iba suavemente de mi cabeza, ya no distinguía las voces, después tampoco oía las guitarras y por último solo quedaban los bajos que antes de desaparecer me aturdieron, era el alcohol que empezaba a pegar. Y yo que casi no me había querido mover, empece a mecerme, como si me empujara una ola suave. Con la mirada fija en la barra, dejé de ver a los costados. La gente alrededor al final se fue, vi a la moza detrás de la barra hacerse humo mientras unas luces tintineaban adentro de ese boliche, de a poco se volvían fijas y yo me perdí.

Cumplí mi cometido. Estaba borracho y solo. Todo era normal hasta que me echaron. 

Sin querer había corrido con el codo un vaso, que cayó al piso y causó un alboroto. A mi me echaron porque mientras estaban limpiando me empujaron y en mi estado caí también como ese vaso. A penas pude llegar a la puerta y con el aire, que creía me iba a despabilar, me prendí un pucho. pero solo empeoró la situación, ahí fue cuando mi cabeza explotó; vomité atrás de un auto, que enseguida, arrancó el motor y prendió las luces. Salió para dejándome solo con mi vergüenza, era hora de irse. 

Había llegado al hotel el viernes de tarde,y esa noche, después de tomar tanto whisky no me quedaba más que dormir. Junto con la resaca me desperté al otro día sin billetera, tirado en el piso del balcón muerto de frío y muy tarde como para desayunar gratis. 
Ya no me tenía nada más que postergar.


*** La novela completa ACÁ