25 de junio de 2019

La Niebla


El despertador sonó calmo y casi sin pensarlo abrí los ojos encontrándome tranquilo, tanto que creí que estaba muerto. Era el sueño.

La mañana era extraña en esos días de junio; una cerrazón perezosa que ignora el alba, teñía de blanco el pasto, confundiendo a incautos y engañando ingenuos con nieve invisible. A mí no me engañaba pero lo disfrutaba, me gustaba ese primer sorbo de café, me divertía ver salir vapor de mi boca y me ponía triste y nostálgico la soledad. "La muerte acecha en cada mañana fría y solitaria" le murmuraba al microondas. Un bostezo largo me hizo cerrar los ojos y al abrirlos era 1997 y yo corría a la escuela despidiendo a mi vieja, que en ese momento no lo era tanto. Pestañeé y me encontré en la sala de espera de un hospital esperando no sé qué. Algo que me mantuviera despierto y atento. Una droga de esperanza.

Afuera la niebla lo cubría todo, el humo salía de chimeneas que se asomaban a lo lejos y patrulleros jugaban carreras en una calle que no supe descifrar si era Propios, Av. Italia o Av. Puyrredón.

Luces interrumpían la niebla y dejaban ver sombras chinescas de transeúntes perdidos, quizá por la niebla, quizá por las luces.

—¿David Montero? Señor Montero— Gritó una enfermera de una puerta que apareció de la nada.

—Soy yo — Dije, acercándome a la mujer que ahora era mucho más vieja, mucho más triste y con cara de preocupada.

Fui a la puerta y al ver a la enfermera a los ojos estaba sólo en mi casa de Madrid, 10 años después y con un vacío en el pecho difícil de explicar. Quise recordar que había pasado aquella noche en ese hospital de Montevideo o de Buenos Aires, preparé café para dos, pero los dejé intactos, me senté en un sillón y me dormí.

Desperté parado afuera de la puerta de emergencia viéndome a mí mismo llorando frente a la enfermera, que ahora era un policía. Entraba desesperado a un pasillo que de donde yo veía, parecía no tener fin. Algo en mí se impacientó y, quise entrar y seguirme, pero en cuanto crucé la puerta doble de vaivén, volví a estar sentado en ese viejo hospital mirando la niebla y el humo de las chimeneas.

19 de junio de 2019

Desde el sofá

Me parece raro a veces lo poco que extraño salir de mi casa, hoy van a hacer 15 o 20 días, ya no recuerdo. Atendí una llamada este martes creo, o capaz que fue el jueves de la semana pasada, o la otra, no recuerdo bien, pudo haber sido el mes pasado, pero era del banco y corté enseguida.

Pagué el alquiler con mis ahorros desde el celular porque no quería hablar con nadie. Renuncié a mi trabajo por email porque no quería ver a nadie.

Me callé todo lo que te extraño porque no quería sentir nada.

Perdoná mi insomnio, éstas no son horas de andar escribiendo cartas, por eso lo hago entre susurros, porque ya es de madrugada. Aunque los dos somos hijos de la noche y somos más amigos de las luces artificiales amarillas que del sol, de los libros con olor a viejo y los grillos. O lo eramos.

Perdón. Quizá hoy querías leer otra cosa y yo te tengo acá, creyendo que puedo decir algo que tenga sentido. La verdad un poco te escribo porque no tenía con quién hablar y me cansé de hablar solo.

Quería contarte que cambié los muebles de lugar mil veces, si vieras mi casa no la reconocerías, creo que te encantaría pero no sé la verdad, a vos nunca te gustaron mucho los cambios. Lo cierto es que ya no reconozco mi casa, ni yo mismo y es mejor así, a mi que nada alrededor me recuerde a vos me da paz. Siento que se van los recuerdos un poco, si cuando miro al rincón, ya no es el mismo donde nos amamos aquella vez. Y eso hoy es lo mejor.

Espero que leas ésta carta algún día, alguna noche. Planeo no dártela nunca, pero las cosas nunca salen como yo quiero, lo más seguro es que en mi afán de ocultarte lo que siento, termine por publicarla en todo internet.

Te escribo sin saber qué decirte, como siempre, aunque sé que te molesta. Por eso borré tu número y ya no te mando más mensajes. Ayer o la semana pasada lo quise hacer por última vez para decirte que soñé vos. Soñé que veía una pintura tuya en la feria, aunque hace años no pintás. Yo la reconocía al instante y quedaba maravillado por la casualidad. En mi sueño pagaba una fortuna por el cuadro y lo traía para casa, lo colgaba en mi cuarto y lo veía sentado en el sofá.

No te escribí para contártelo hasta hoy porque al levantarme esta mañana cambié el sofá de lugar. 

3 de junio de 2019

Aire Rico Vol. 7: El silencio de la muerte.

Hubieron noches en que me olvidé de soñar con ella y me desperté solo, pero feliz. Nunca sabiendo qué hora era, para no perder la costumbre. El tiempo corre hacia atrás y adelante según uno crea conveniente; si el recuerdo es mejor que el porvenir o si nuestro futuro será hermoso porque nuestra vida ya fue una mierda y mañana, pese a todo, va a ser un buen día.


A veces pasan ambas, aunque son pocos los casos, son gente que vive llorando por el pasado que no va a recordar mañana, porque sabe que va a ser un día hermoso. Es difícil saber que ni los recuerdos son para siempre. pero lo mejor es intentar vivirlos para que al menos sean buenas anécdotas el día de mañana.

Yo a veces lloro por recuerdos que olvidé, siento que capaz los días juntos de los que no me acuerdo fueron los mejores y me embarga la tristeza.
Había vuelto de mi viaje a Rocha hace más de un mes, pero no podía sacar de mi cabeza la monotonía del sonido de las olas y la nostalgia de una familia, en mi ahora solitaria vida.


Mi lugar es la noche y mi estado es la embriaguez, diría, si esto fuera un juego de define tu personalidad con una sola palabra o una entrevista con preguntas aburridas. Hoy iba a ser también una noche de esas. Llegué a casa como a las 10 de la noche, en la heladera quedaba algo de un vino que no recordaba cuándo había tomado o comprado, con un olor repugnante, eso no me detuvo e igual di un sorbo. Como cualquier decisión de mi vida, estaba mal. Me quedaban como trescientos pesos y era jueves, para no perder la costumbre lo último que quería era estar sobrio.


My place, the evening / for gallons drunk / you got my feeling / and now drunk for you. / too. / Lies lies in your bag / and wake up for you / last night guaranties


I dig you, sonaba muy fuerte, mientras terminaba el vino picado y pensaba si valía la pena cruzar todo el cante a oscuras para comprar más, sabiendo que al final solo iba a dormir, solo.


Tenía unas 15 cuadras hasta el 24 horas, porque el almacén de Francisco estaba cerrado, lo habían matado.
Una puñalada a través de la reja según me contaron los vecinos. Todo para quedarse con doscientos pesos que tuvieron que arrancar de sus manos frías arrastrándose por el piso, entre los vidrios rotos de la cerveza que cayó cuando perdió la fuerza. Esa noche todo el barrio sintió el silencio de la muerte para que solo unos segundos después los gritos y los tiros volvieran con total normalidad. La paz nunca dura demasiado últimamente, la gente muere todo el tiempo, los vecinos cambian; la gente se va.