Mientras camino, cada recuerdo feo, se hace chiquito y opaco. Las voces en mi cabeza ahora tienen tu voz y cada paso suena igual que un adiós.
No me atreví a volver por todo lo que me olvidé.
Cerré los ojos debajo de un árbol de una plaza, de un barrio y una ciudad que no conozco. Y que no sé por cuánto tiempo, será mi casa. El rocío me abrazaba, como ayer lo hacían tus brazos. Cierro los ojos y te veo, preguntando cuánto tiempo va a pasar para que yo vuelva a ser yo. Y no sé qué contestar, cuento ovejas, con miedo, a perder mis cosas, abrazo mi guitarra y uso mi mochila de almohada, me tapo con la única campera que tengo y de un momento al otro, llega un policía a echarme y ya es de día. Como siempre, el sol y la policía arruinando la diversión.
Los pájaros cantando, alivian un poco el dolor de cabeza, y caminar alivia la culpa de no saber a dónde ir.
Quizá encuentre el por qué sentado a la sombra de un árbol que va perdiendo sus hojas con las horas, en otra plaza, en otro barrio, en otra ciudad. Mañana sabré, quizá es el viento de otoño el que quiere moverme los cimientos de lugar y yo huyendo, culpa del resfrío. Tal vez tengo que parar y dejar de empujar, dejarme empujar. El otoño siempre pone las cosas en su lugar.
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