…Después de hablar un rato y perder la extrañeza de esa llamada a las 6 de la mañana, me largué a llorar. Ya no aguantaba más.
Agarraba el teléfono con las dos manos y apretaba mis codos contra la panza sentado en el piso del balcón.
- Me siento solo Cabeza, siento que cuando estoy triste ya no te puedo llamar, que perdí tu confianza; y no sé por qué.¡¿Qué digo?! sí sé, pero no quiero que sea real; me muero de ganas de que solo sea un mal viaje mío, pero hace años no hablamos y ahora te llamo para llorar. Nunca me sentí más idiota. Y sí es obvio que sé qué pasó, si fui yo el que se alejó.
La verdad es que te vi crecer y madurar, ya estabas haciendo la tuya y la hacías bien, te vi tan feliz...
No quería ser yo el que arruinara todo eso.
Vos sabés como soy, nadie me conoce más que vos, soy un tiro al aire, un quilombo y le hago mal a la gente. Nunca quise ser la manzana podrida, Cabeza, lo juro. Pero me faltó tu abrazo un montón de veces, me faltaron tus puteadas y tus chistes malos.- dije, sin parar de llorar y titubeando.
- Que me dijeras que soy una pija y que me cuides.- agregué antes de que me interrumpa-
- ¿De qué me estás hablando? ¿Estás mamado? -Él seguía medio dormido
- No, no, solo estoy para el culo -respondí- siempre fui yo el malo y no me gusta ser el malo, me pone triste. Pero alejo a la gente y después vivo con culpa. Y la culpa y la tristeza son como una enredadera horrible que cuesta sacar, son como los yuyos del terreno de casa ¿Te acordás de mi primera casa? ¿o esa vez que robamos unos juncos y los escondimos en el campito? ¿Te acordás cuando eramos felices y no había problemas? Porque yo a veces no y lo extraño un montón. Cuando estoy triste pienso en vos, en los gurices, en el liceo, en el arbolito donde nos mamábamos a escondidas y me pongo contento, más que nada por vos, verte tan adulto, tan grande. Con orgullo lo digo, pero me pone triste, me pone triste verme así, sin haber hecho una mierda y habiendo perdido todo.
- ¿Qué mierda te pasa? ¿Cuándo te hiciste tan puto? ¿Dónde estás?- Me dijo, ya un poco preocupado.
- No importa quería decirte que te quiero, que sos como un hermano ¿qué como un hermano? Sabes que sos mi hermano y te extraño. Te quiero y quisiera recordar para siempre tu voz.
Colgué el teléfono sin más y me paré, seguía en el balcón, quería mirar la calle de abajo y los techos de los edificios de enfrente que se veían extraños a esa hora. Tiré mi celular a la cama que rebotó, pegó en la pared y se desarmó, cayó la batería al piso, la tapa al baño y sigo sin saber dónde está la pantalla.
Miré de nuevo mis cosas tiradas como si fuera mi casa; había un traje gris hermoso en su percha, como acostado en la cama durmiendo. Mi mochila estaba abierta y vacía arriba de una silla, la computadora prendida y arriba del frigobar.
Había dejado de pensar en todo hasta que mi mirada volvió a esa calle oscura y, entre los ruidos de los autos que pasaban, retumbaba la voz de Andrés en mi cabeza “¿Qué mierda te pasa?”
-No sé qué me pasa, pero quiero que pase. Susurré.
Agarraba el teléfono con las dos manos y apretaba mis codos contra la panza sentado en el piso del balcón.
- Me siento solo Cabeza, siento que cuando estoy triste ya no te puedo llamar, que perdí tu confianza; y no sé por qué.¡¿Qué digo?! sí sé, pero no quiero que sea real; me muero de ganas de que solo sea un mal viaje mío, pero hace años no hablamos y ahora te llamo para llorar. Nunca me sentí más idiota. Y sí es obvio que sé qué pasó, si fui yo el que se alejó.
La verdad es que te vi crecer y madurar, ya estabas haciendo la tuya y la hacías bien, te vi tan feliz...
No quería ser yo el que arruinara todo eso.
Vos sabés como soy, nadie me conoce más que vos, soy un tiro al aire, un quilombo y le hago mal a la gente. Nunca quise ser la manzana podrida, Cabeza, lo juro. Pero me faltó tu abrazo un montón de veces, me faltaron tus puteadas y tus chistes malos.- dije, sin parar de llorar y titubeando.
- Que me dijeras que soy una pija y que me cuides.- agregué antes de que me interrumpa-
- ¿De qué me estás hablando? ¿Estás mamado? -Él seguía medio dormido
- No, no, solo estoy para el culo -respondí- siempre fui yo el malo y no me gusta ser el malo, me pone triste. Pero alejo a la gente y después vivo con culpa. Y la culpa y la tristeza son como una enredadera horrible que cuesta sacar, son como los yuyos del terreno de casa ¿Te acordás de mi primera casa? ¿o esa vez que robamos unos juncos y los escondimos en el campito? ¿Te acordás cuando eramos felices y no había problemas? Porque yo a veces no y lo extraño un montón. Cuando estoy triste pienso en vos, en los gurices, en el liceo, en el arbolito donde nos mamábamos a escondidas y me pongo contento, más que nada por vos, verte tan adulto, tan grande. Con orgullo lo digo, pero me pone triste, me pone triste verme así, sin haber hecho una mierda y habiendo perdido todo.
- ¿Qué mierda te pasa? ¿Cuándo te hiciste tan puto? ¿Dónde estás?- Me dijo, ya un poco preocupado.
- No importa quería decirte que te quiero, que sos como un hermano ¿qué como un hermano? Sabes que sos mi hermano y te extraño. Te quiero y quisiera recordar para siempre tu voz.
Colgué el teléfono sin más y me paré, seguía en el balcón, quería mirar la calle de abajo y los techos de los edificios de enfrente que se veían extraños a esa hora. Tiré mi celular a la cama que rebotó, pegó en la pared y se desarmó, cayó la batería al piso, la tapa al baño y sigo sin saber dónde está la pantalla.
Miré de nuevo mis cosas tiradas como si fuera mi casa; había un traje gris hermoso en su percha, como acostado en la cama durmiendo. Mi mochila estaba abierta y vacía arriba de una silla, la computadora prendida y arriba del frigobar.
Había dejado de pensar en todo hasta que mi mirada volvió a esa calle oscura y, entre los ruidos de los autos que pasaban, retumbaba la voz de Andrés en mi cabeza “¿Qué mierda te pasa?”
-No sé qué me pasa, pero quiero que pase. Susurré.
PODES LEER TODA LA NOVELA DESDE EL PRINCIPIO
--> ACÁ
--> ACÁ