29 de agosto de 2019

Aire Rico Volumen 8 y medio "Cabeza"

…Después de hablar un rato y perder la extrañeza de esa llamada a las 6 de la mañana, me largué a llorar. Ya no aguantaba más.
Agarraba el teléfono con las dos manos y apretaba mis codos contra la panza sentado en el piso del balcón.


- Me siento solo Cabeza, siento que cuando estoy triste ya no te puedo llamar, que perdí tu confianza; y no sé por qué.¡¿Qué digo?! sí sé, pero no quiero que sea real; me muero de ganas de que solo sea un mal viaje mío, pero hace años no hablamos y ahora te llamo para llorar. Nunca me sentí más idiota. Y sí es obvio que sé qué pasó, si fui yo el que se alejó.
La verdad es que te vi crecer y madurar, ya estabas haciendo la tuya y la hacías bien, te vi tan feliz...
No quería ser yo el que arruinara todo eso.
Vos sabés como soy, nadie me conoce más que vos, soy un tiro al aire, un quilombo y le hago mal a la gente. Nunca quise ser la manzana podrida, Cabeza, lo juro. Pero me faltó tu abrazo un montón de veces, me faltaron tus puteadas y tus chistes malos.- dije, sin parar de llorar y titubeando.
- Que me dijeras que soy una pija y que me cuides.- agregué antes de que me interrumpa-

- ¿De qué me estás hablando? ¿Estás mamado? -Él seguía medio dormido

- No, no, solo estoy para el culo -respondí- siempre fui yo el malo y no me gusta ser el malo, me pone triste. Pero alejo a la gente y después vivo con culpa. Y la culpa y la tristeza son como una enredadera horrible que cuesta sacar, son como los yuyos del terreno de casa ¿Te acordás de mi primera casa? ¿o esa vez que robamos unos juncos y los escondimos en el campito? ¿Te acordás cuando eramos felices y no había problemas? Porque yo a veces no y lo extraño un montón. Cuando estoy triste pienso en vos, en los gurices, en el liceo, en el arbolito donde nos mamábamos a escondidas y me pongo contento, más que nada por vos, verte tan adulto, tan grande. Con orgullo lo digo, pero me pone triste, me pone triste verme así, sin haber hecho una mierda y habiendo perdido todo.

- ¿Qué mierda te pasa? ¿Cuándo te hiciste tan puto? ¿Dónde estás?- Me dijo, ya un poco preocupado.

- No importa quería decirte que te quiero, que sos como un hermano ¿qué como un hermano? Sabes que sos mi hermano y te extraño. Te quiero y quisiera recordar para siempre tu voz.


Colgué el teléfono sin más y me paré, seguía en el balcón, quería mirar la calle de abajo y los techos de los edificios de enfrente que se veían extraños a esa hora. Tiré mi celular a la cama que rebotó, pegó en la pared y se desarmó, cayó la batería al piso, la tapa al baño y sigo sin saber dónde está la pantalla.
Miré de nuevo mis cosas tiradas como si fuera mi casa; había un traje gris hermoso en su percha, como acostado en la cama durmiendo. Mi mochila estaba abierta y vacía arriba de una silla, la computadora prendida y arriba del frigobar.


Había dejado de pensar en todo hasta que mi mirada volvió a esa calle oscura y, entre los ruidos de los autos que pasaban, retumbaba la voz de Andrés en mi cabeza “¿Qué mierda te pasa?”


-No sé qué me pasa, pero quiero que pase. Susurré.



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19 de agosto de 2019

Aire Rico Vol. 8 Fuera de ritmo

Son las cuatro de la mañana y esta es la segunda película que veo, de fondo suena el tercer disco que pongo y no escucho, en mi mano derecha el cuarto café que me preparo y en la otra el quinto cigarro que fumo.Ya era el sexto dibujo que hacía como quién está aburrido hablando por teléfono. Éste es el séptimo párrafo que escribo y borro. Es también el octavo verso que leo del libro que dejé abierto de la mesa de luz, entre tristezas también, el noveno pensamiento suicida.
La décima vez que marco y borro tu número.

Desde las dos de la mañana que ya no me queda ni una gota de vino, ni una gota de los dos litros que compré antes de llegar y que entré en la mochila. Pensaba trabajar toda la noche y que encontraran en mi computadora el final, terminar de escribir muy tarde y aprovechar la calma y el silencio del hotel. Creo que soy el único en todo el piso, incluso el único en todo el hotel. Lo que me puso un poco nervioso y me aburrió.

A las 6 de la tarde ese día ya no había luz, en ningún lado, según me enteré después en el super, era un apagón en la central. Yo aproveché la oscuridad y fue ahí cuando bajé a comprar el vino. La mitad de las luces de la ciudad estaban rotas o tintineaban a destiempo cuando prendieron, todas fuera de ritmo y sin ninguna armonía entre ellas, me molestaba sobremanera. Algunas eran amarillas pero otras eran entre azules y blancas, fuertes y claras.
Cuando llegué de vuelta con el vino abrí esa ventana de una vez por todas, y serví en los vasos que le pedí a Fabián en la recepción. No me había animado a salir al balcón todavía antes de eso, creo que tenía miedo a averiguar si tenía vértigo o no, nunca había estado tan alto en mi vida. Y ahora ya en el balcón estoy un poco decepcionado, quería sentir algo.

El sonido que se escucha de afuera era raro, conocía esas calles como conocía las notas de la primer canción que aprendí en la guitarra y, desde lo alto eran distintos. Parece otro lugar, ya no lo podía tocar.

Sobrevalorando la felicidad de antaño, recordaba las piedras que habré pateado alguna vez en esas mismas calles que ahora no reconozco, con la tele prendida para buscar compañía, muerdo con los ojos el televisor y empiezo a pensar qué haría después del silencio. Capaz mi miedo al silencio era algo pasajero e iba a poder salir caminando de ese mugroso hotel. No lo sé.

Dormía entre cigarro y cigarro, entre publicidad y publicidad, entre vaso y vaso de vino, pero se hizo tan tarde que ya no quería ver ni la tele, ni la hora, ni la ciudad, ni mi cara. Lo único que quería era bajar; muy rápido. Quizá más rápido de lo que debería.

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10 de agosto de 2019

A veces recordar.

A veces me esfuerzo por recordar detalles, me acuesto en la cama viendo el techo y pienso si tenías algún lunar del que no me quisiera olvidar, o cómo se llamaba el perro que tenías cuando eras chica y vivías en esa casa vieja, por la que pasamos una vez y no podías creer que no fuera gigante como en tus recuerdos. Me esfuerzo sobremanera, de verdad lo intento, trato con todas mis fuerzas de escuchar tu voz y de sentir tu cara en mi torso, intento que no se olvide nunca cómo se sentía tu pelo en mis manos mientras te acariciaba, o el escalofrío que me daban la punta de tus dedos por mi pecho. Te juro que pienso muy fuerte, te lo juro. Pero cada vez es más difícil. Y hay días que tenés los ojos más oscuros de lo que en verdad los tenías y, seguramente mañana no me voy a acordar de tu perfume y, es muy probable que en un año tampoco recuerde cómo se llamaba tu madre. Capaz que en una semana no me voy a acordar de la cicatriz en tu brazo, con la que jugaba mientras vos intentabas dormir y yo te abrazaba. No quiero. Me da miedo perderte en mi memoria, no quiero olvidarme nunca la charla en la puerta de ese bar, donde mis amigos me decían que si no nos conocieran creerían que era una primera cita, porque no podíamos dejar de hablar, como si siempre hubiera algo más que contar.

Tengo miedo de olvidarme de tu sonrisa, de como te molestaba que entrecruzáramos los brazos para caminar porque parecíamos unos viejos, pero después ibas y me abrazabas fuerte, porque Montevideo es frío.

Quiero recordar los detalles para tenerte cerca siempre, no quiero que los años te roben de mi memoria y te vuelvan fría, no quiero que los años solo me recuerden tristezas. Quiero cerrar lo ojos y verte parada en frente a mi, bajando la mirada mientras te pongo el pelo atrás de la oreja. Recordar cuando todavía estabas y no tenía que decir nada para que supieras que te amaba. No quiero olvidarme tampoco de tu risa cuando te pedía matrimonio y me decías que no, sin saber si lo decía en serio o no, pero soñando con vivir siempre juntos, sabiendo que el siempre no existe.

Tengo miedo. Miedo que de ese todo que eras vos quede en nada.

A veces me esfuerzo por recordarte. Pero también hay días que no paro de querer olvidarte.

8 de agosto de 2019

Aire Rico Vol. 7y½: ¿Qué atraviesa tu sien?

Saltó y cayó al barro, riendo, de un golpe siguió.
Qué miedo perder la mirada, y que no te reconozcan cuando te ven, quedar escondido en tus propias mentiras y ser otro.