Qué miedo perder la mirada, y que no te reconozcan cuando te ven, quedar escondido en tus propias mentiras y ser otro.

Yo me escondí de mi mismo y del mundo por un tiempo, en un hotel que conseguí por canje. La habitación estaba en uno de los últimos pisos, el octavo o el noveno creo, una habitación bastante fea con una ventana tan grande y hermosa como sucia, de donde se veía la ciudad vieja. Se la veía gris, por las nubes y el hollín, por el humo de los autos viejos y la nafta de contrabando, por la gente de traje y los cigarros elegantes, que todavía recorrían las calles ese viernes.
Pasé parte de la tarde después de instalarme mirando por esa ventana con vidriosos ojos de soledad y escuchando a los Misfits. Imaginando un apocalípsis en plena capital. Una amenaza de bomba o una horda de zombies que nos hiciera querer despedirnos por última vez de nuestros seres queridos, imaginaba a toda esa gente corriendo por la Plaza Independencia gritando y huyendo,llena de miedo
Igual que un día cualquiera.
Pero hoy no iba a ser un día cualquiera, cuando crean que llueven hombres. Mi plan era terminar de una vez por todas con todo. Pero todavía tenía miedo.
Salir corriendo y que crean que te robaste algo en mi barrio es normal, nadie te frene ni te grita, no se roba en el barrio, pero el trabajo es trabajo. Yo salía de casa esa mañana a las 9, con mi mochila, mis cosas adentro y un revólver que rescaté.
El pibe corría y cruzaba la plaza frente a casa como si su vida dependiera de eso, porque era así. Atrás venía una moto con dos flacos disparando y gritando que parara, a mi me pasaron por al lado. La gente se metía a sus casas, los ignoraba o ambas, con total tranquilidad. Ellos resbalaron, se cayeron, se levantaron y siguieron; pero me dejaron un 38 con 3 balas que yo levanté. Lo siguieron, por lo que vi hasta que lo perdieron después de doblar un par de veces y no quedó ni en el chusmerío de los vecinos. Yo seguía sin mirar a los costados y a lo lejos el 17 que venía, con menos miedo que yo.
Aunque en el fondo veía muerte en todos lados, incluso donde nunca hubo nada, siquiera vida. Creí que la mala suerte me perseguía y era lo que el destino quería para mí, cuando el universo no sabía siquiera que yo existía.
“Imagínenlo, solo, en ese cuarto de hotel. Había elegido una vida de desdicha para poder culpar a los demás. Eramos conocidos de un trabajo hace muchos años, me pidió la habitación y como no teníamos ni media reserva, al menos iba a poder ver a alguien. Ni le pregunté por qué la quería, supuse que quería invitar a alguna mina.” Le dijo en un audio a otro amigo, el gordo Fabián cuando le preguntaron por mi.
Hay gente que intenta hacer cosas que cambien su estado de ánimo cuando está triste. Yo en mi tristeza, prefería hacerme el mártir.
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