6 de septiembre de 2019

Ensayo y error

El amor es un poco ensayo y error. Rara vez ese amor de la escuela se queda para siempre en nuestra vida; por lo general se pierde en el tiempo y en la memoria. 
Mi primer amor de la escuela por ejemplo, no sé bien si se llamaba Victoria o Valeria, recuerdo no más que era morocha, de mi misma altura, divertida y que tenía bigote, de ese bigote infantil y de pelo negro fino, cosa que no me importó nunca.

Valeria o Victoria llegó a ser mi novia una vez incluso, en segundo de escuela, después de por lo menos un año y medio, amándola a escondidas como aman los niños, escribiendo su nombre en mi cuaderno, queriendo estar en los grupos con ella y hablándole a mi madre de ella todo el tiempo:
“No sabés lo que hizo Victoria (o Valeria) hoy”

Nos pusimos de novios una tarde, íbamos de tarde a la escuela, a la mañana ni sabría quién era yo. Estábamos jugando a las escondidas en el mismo salón y no recuerdo cómo pero nos escondimos juntos abajo de una mesa, supongo que habré sido yo siguiéndola para todos lados. Pero así, escondidos, nos dimos un beso. Yo no tengo más recuerdos de ese año, ninguno, así que no sé por qué no nos volvimos a besar, ni por qué al siguiente año, cuando me tuve que cambiar de escuela porque nos mudábamos con mi familia, no le pedí el teléfono de su casa, si yo seguía enamorado de ella.
Lo cierto es que eso no pasó, no la volví a ver.

Cuando apareció Facebook, todos buscábamos a nuestros compañeros de escuela, yo lo primero que hice fue eso, poner en el buscador: Valeria, no había nada, obvio, con tan pocos datos era de esperarse. Después puse Victoria y la historia fue la misma, aunque recuerdo que igual agregué a alguna. Con una de ellas, sí, de esas que agregué al tiempo empecé a hablar, Victoria.

Ya era la tercer Victoria en mi vida, en mis cortos 16 años. Porque a los 12 me había enamorado de otra, esa sí que nunca me dio bola y fue la novia de un amigo tanto tiempo, que yo dejé de amarla.

La última Victoria, la de Facebook, también fue un fracaso, Hablamos muchísimo tiempo, nos vimos nos besamos y nos olvidamos, pero el día en que nos vimos por última vez (sin saber que era la última) conocí a Maite.

El amor es ensayo y error, no vamos por la vida esperando amor eterno, vamos por la vida simplemente, buscando amor.
Maite tampoco fue la última, ni lo fueron las siguientes, Pero a todas le juré amor eterno del más sincero sentado en cualquier bar.
Odiaría mi vida más de lo que la odio si no fuera capaz de entregarme por completo, en ese momento sí que habría ganado el miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario