3 de septiembre de 2019

Construir castillos.

Hace muchos años, el papá de uno de mis amigos, mientras dábamos una vuelta a su casa, fumábamos un cigarro y me mostraba como iban quedando los cuartos del fondo, esos que yo mismo en mi torpeza había ayudado a construir, me dijo, casi llorando:
-Yo hago todo ésto por ellos, pero sé que un día se van a ir todos. Y la verdad tengo miedo de que cuando no estén, me quede grande y me sienta solo.

Hasta el día de hoy retumban sus palabras en mi mente. Ese hombre fuerte, tosco, que había sido también para mí como un padre, porque pasaba mis tardes en su casa y entre risas me invitaba a comer a la misma vez que se quejaba porque siempre comía ahí, ahora, me veía como un hombre, me tenía confianza y me quería lo suficiente para mostrarse débil, quizá más que lo que lo habrán visto sus hijos alguna vez, no lo sé. Pero desde ese día retumban sus palabras en mi mente, y ganó más que nunca mi admiración.
Como un pequeño hombre que era y sigo siendo, pienso, pensé y seguiré pensando, en esas palabras; me imagino siendo padre algún día, pienso en mi propio padre que no sabe levantar un muro pero construyó castillos.

Hoy volví a ver una foto que mi padre me mandó

por mail, era de él a sus 18 años y me veo en sus ojos y en el remolino del pelo. ¿Mi padre tuvo miedo al futuro cuando mi madre me tuvo y él me sostuvo en brazos, como yo le tengo miedo al futuro? ¿Ese adolescente de 18 que ahora veo en mi celular habrá pensado alguna vez que le iba a llegar un mensaje 40 años después diciendo que lo quiero?


Tengo miedo al futuro, pero más le temo a la soledad y que a mi vida le pase lo que temía el padre de mi amigo, me quede grande, quedar solo en el living pensando en el pasado; por eso, en mis muchos fracasos y en mis pocos aciertos, pienso en esa frase dicha casi sin querer


«Yo hago todo ésto por ellos»

Aunque esté mal sintonizada.

Con mi padre nos juntamos a tomar mate en el fondo de su casa muy de vez en cuando y cuando lo hacemos cada uno ve su celular, no somos de charlas extensas, quedamos callados mientras suena alguna AM en la radio chiquita. De vez en cuando alguno rompe la quietud y le muestra un twit al otro o le pregunta por alguna cosa que haya quedado en el tintero.

¿Cómo te fue al final con X?
¿Pudiste terminar Y?
¿Qué te dijo Z?
Por lo general es solo hacernos compañía. Seguirnos una charla que no existe, pero que fluye en el aire. Los dos podemos soltar cualquier frase y el otro seguirla aunque no tenga sentido, ni contexto. La verdad que ni siquiera el mate importa, si no cebo no importa, si la radio está mal sintonizada no importa.

Por lo general no pasa más que eso que les cuento. Un bizcocho, un mate, una puesta a punto.

Hasta el momento en que me voy y el me manda un mensaje, o soy yo el que lo manda. Pero siempre dice “Te quiero"

Mi viejo nunca fue un padre normal, ni como el de mis amigos, y agradezco a eso que soy lo que soy. De verdad nada importa mucho, solo que nos sigamos juntando, que el me cuente sus proyectos, que yo le cebe un mate y que a pesar del tiempo, siempre estemos juntos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario