20 de febrero de 2019

Cuándo

Desperté en mi cama arriba de toda la ropa que tenía, más la que tenía puesta. Todas las luces apagadas y seguía siendo de noche. Había vuelto a ser de noche quién sabe cuántas veces. Miré al rededor buscando un reloj pero no había, mi celular no estaba; la tele no prendía y la computadora tampoco, no había luz. ¿Qué había hecho?

La cabeza me dolía más que de costumbre, por cómo me sentía no era resaca, me faltaba ese aliento amargo y ese sudor ácido con olor a alcohol. Parecía más el despertar agitado de una pesadilla. Mi memoria era una nebulosa gigante, que se convertía en un agujero negro de golpe. Si la memoria fuera una película, la última escena era el momento exacto en que trancaba la puerta por fuera, lo demás eran créditos. Hasta ahora que era de noche y estaba vestido diferente. Me había cambiado ¿Pero cuándo? eso me parece bastante extraño, pero todo en este momento es extraño. Lo último que había anotado en mi libreta era “8 de trébol”.

Había salido, ¿con quién estuve? ¿Cómo había llegado a casa? Y lo más importante, cuándo.


En el trabajo se habrán preguntado por mí, mi vieja me habrá llamado mil veces. Mi novia me habrá dejado otra vez. Odio no recordar, lo odio, pero quizá hoy sea una suerte. Me tranquilizó un poco que la policía no haya tirado la puerta de una patada. ¿Habrán hecho la denuncia de mi desaparición? Yo nunca fui de recibir visitas, ni atender el teléfono, ni contestar los mensajes. Capaz que nadie se dio cuenta que no estaba. O capaz recién llegué. Se me olvidaron las últimas 24 horas o quién sabe cuánto. Es que la duda estaba, capaz que ni siquiera había salido o peor aún, quizá sólo pestañeé y fueron dos segundos como una especie de deja vù.
Sabía que estaba en mi casa. Pero una magnífica pregunta sería ¿En cuándo estoy?
Es que el tiempo solo pasa si lo sentís, es como el viento o el amor. Pasa y se siente con respecto a uno mismo, yo no recuerdo cuánto pasó entre mi último recuerdo y éste, pero supongo que mi familia si es que se preocupó, te podría contar cada segundo que pasó desde mi última llamada, desde mi última señal de vida.

Y ahora siendo sincero y pensando en que todavía no había salido de mi casa, en mi mente retumbaba la idea de que estuviera muerto y éste sea mi infierno.
Tengo miedo, y frío, no me quiero levantar.

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