Mientras el ómnibus en reversa sale de Tres Cruces voy pensando. Veo como los edificios viejos, las calles húmedas y las personas mudas me despiden; otra vez. Quiero gritar de a ratos pero me falta el aire, me abruma la gente que sube en cada parada con cara de calor. Miro hacia afuera por la ventanilla de nuevo y me repito “Qué lindo sería no tener que volver” pero la nostalgia no demora, los recuerdos, los olores y las despedidas que nunca tuve no me dejan. Empiezo a extrañar rápido y quisiera estar como ayer en la tortuguita con mis amigos, o en mi casa con ella.
Esta ciudad es hermosa a veces, más que nada éstos días de lluvia, con el cielo gris haciendo juego con los edificios y las paredes. Los paraguas rotos por doquier tienen el encanto de esa lluvia de ayer. Son como la decoración de una torta de cumpleaños. Todo tiene una magia que no todos ven y por la que yo volvería una y mil veces a ésta puta ciudad. Con sol o como ahora, gris y hermoso.
Ayer llamé a mi abuela, no sé hace cuánto no hablábamos, pero no sabía a a donde escapar. Y le pedí para ira su casa, prendí mi cigarro de soledad, sentí el morir. Corté y lloré.
Como a las 7 de la mañana del sábado llegué a Rocha, con una mochila y la espalda cansada, la vida a cuestas, ya no sabía dónde escapar. Me importan pocas cosas, estoy desganado y cansado, sólo el aire de las palmeras iba a poder cambiar algo. Me pidieron un tabaco ni bie
n llegué y convidando su alma sintió morir. Regalando, mi alma supo morir.
21 de marzo de 2019
13 de marzo de 2019
Aire Rico Vol. 4 Trucos nuevos
Volví a mi casa después una noche larga, tanto, que ya era de día. Me había prometido no volver a despertarme a las 6 de la tarde con resaca. Y no cumplí. Es que estoy roto, me canso rápido y mi cabeza piensa mil cosas a la vez, ya no aprendo trucos nuevos.
Hacía años no dormía tan mal, me despertó de una patada. Me echó de la casa una mujer, que no me acuerdo cómo se llamaba.
La conocí cuando me estaba yendo a la parada, un poco borracho y cansado recién salido de un bar. Me paró preguntando si Bluzz seguía abierto, con una impunidad que me encandiló. Le dije que sí y que si no le molestaba que la acompañara.
- Dale vamos, me respondió.
Desde que llegamos no paramos de bailar, tomé más cerveza y fuimos a su casa que quedaba cerca pero no sé dónde.
Estábamos muy borrachos para coger y demasiado sobrios para dejar de tomar. No había más alcohol, me dice, que ya no queda nada, nada. Y en un momento nos dormimos, quedé en el sofá y desperté en el piso, con la patada en las costillas me levanté, no sé si cariñosa o arrepentida, de esa morocha hermosa.
No temes a lo oscuro de tu piel, con mil gotas de alcohol en tu cara
Me paré como pude, le dije que me cerrara la puerta después de darle un beso en el cachete y ponerme los lentes negros. No le pedí su número, no sé bien quién era, no sé bien nada.
Como siempre.
Pero ya eran las 10 de la mañana.
Hacía años no dormía tan mal, me despertó de una patada. Me echó de la casa una mujer, que no me acuerdo cómo se llamaba.
La conocí cuando me estaba yendo a la parada, un poco borracho y cansado recién salido de un bar. Me paró preguntando si Bluzz seguía abierto, con una impunidad que me encandiló. Le dije que sí y que si no le molestaba que la acompañara.
- Dale vamos, me respondió.
Desde que llegamos no paramos de bailar, tomé más cerveza y fuimos a su casa que quedaba cerca pero no sé dónde.
Estábamos muy borrachos para coger y demasiado sobrios para dejar de tomar. No había más alcohol, me dice, que ya no queda nada, nada. Y en un momento nos dormimos, quedé en el sofá y desperté en el piso, con la patada en las costillas me levanté, no sé si cariñosa o arrepentida, de esa morocha hermosa.
No temes a lo oscuro de tu piel, con mil gotas de alcohol en tu cara
Me paré como pude, le dije que me cerrara la puerta después de darle un beso en el cachete y ponerme los lentes negros. No le pedí su número, no sé bien quién era, no sé bien nada.
Como siempre.
Pero ya eran las 10 de la mañana.
5 de marzo de 2019
Mujeres hermosas, tristes y cansadas.
Iba en el 183 y de pronto ya no estaba en Tres Cruces, era el Parque Rodó y, ya no era el 183 sino el 149. Me sentí perdido, me baje cuando vi por la ventanilla una mujer hermosa y la seguí, con la sensación de estar buscando algo, algo que me diera paciencia para esperar un detalle, poder hablarle y decirle que es la mujer más linda que vi en los últimos 30 minutos. Me hizo olvidar a dónde iba yo, me olvidé de todo. Así que la seguí hasta que se sentó en un muro mirando el aire, el viento. Noté en su cara la tristeza y, mientras me preguntaba que le podría haber pasado, me fui.
La ciudad está llena de mujeres hermosas con caras tristes que, entre el rocío y la neblina de la mañana son imposibles de ignorar, de dejar de mirar. A veces creo que es la mismísima ciudad la que nos obliga a mantener la mirada perdida, la vista inquisidora en la gente que camina por la vereda contraria, el caminar tenue y la alegría opaca.
Nunca sabes que te podes encontrar caminando por alguna avenida; el otoño embellece todo y lo llena de una nostalgia arrabalera. En el centro, o en barrios lejanos, en ómnibus con recorridos tan largos que generan rumores de infinitos y abismos, en autos caros y no tanto; en todos lados se ven mujeres hermosas, tristes y cansadas, de las que me enamoraría sin mediar palabra. Si no fuera por mi nulo creimiento en el amor. Desde que se fue, deje de creer en todo, en caricias dulces y poemas alegres, en miradas cómplices y celos caprichosos. Cuando Laura murió yo perdí todo, ese día ella, yo, el amor y la esperanza se murieron, se fueron al demonio. Incluso yo. Solo que mi cuerpo se quedó en la tierra.
La ciudad está llena de mujeres hermosas con caras tristes que, entre el rocío y la neblina de la mañana son imposibles de ignorar, de dejar de mirar. A veces creo que es la mismísima ciudad la que nos obliga a mantener la mirada perdida, la vista inquisidora en la gente que camina por la vereda contraria, el caminar tenue y la alegría opaca.
Nunca sabes que te podes encontrar caminando por alguna avenida; el otoño embellece todo y lo llena de una nostalgia arrabalera. En el centro, o en barrios lejanos, en ómnibus con recorridos tan largos que generan rumores de infinitos y abismos, en autos caros y no tanto; en todos lados se ven mujeres hermosas, tristes y cansadas, de las que me enamoraría sin mediar palabra. Si no fuera por mi nulo creimiento en el amor. Desde que se fue, deje de creer en todo, en caricias dulces y poemas alegres, en miradas cómplices y celos caprichosos. Cuando Laura murió yo perdí todo, ese día ella, yo, el amor y la esperanza se murieron, se fueron al demonio. Incluso yo. Solo que mi cuerpo se quedó en la tierra.
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