14 de junio de 2020

Descubriendo amigos.

El 22 de diciembre de 1999 me mudé, viví los '90 en el barrio de Bella Vista y comencé los 2000 en Delta del Tigre, donde descubrí que había calles que no tenían asfalto y también aprendí la palabra cuneta, cuando mi padre no pudo entrar el auto y pasó horas puteando al viento.

Yo, lejos de haber vivido entre lujos, igual me sorprendía con lo agreste del panorama, venía de un apartamento chiquito y este lugar para mí era lejos, era donde íbamos cada mucho tiempo a visitar a mi abuela o a pasar un fin de semana.

Igual nunca estuve triste por haberme ido. Sabía que al siguiente año empezaba en otra escuela, con otros niños y otras maestras. Recuerdo que estaba feliz pese a todo porque podía hacer que me llamaran Sebastián y no ese horrible Claudio que de niño tanto odiaba.

De igual forma me acuerdo los primeros días de clase, donde no importó nada cómo me llamara. Porque lo que ellos veían era un montevideano horrible, con gel en el pelo y la moña demasiado planchada y yo, veía como mis compañeros lejos de ser iguales a mi, eran altos, grandes y temibles. Todo mi histrionismo lejos de ser la gracia de mis pares era la burla de los del fondo, que no tenían 8, tenían 12, 13, tenían ira.
En ese caldo de cultivo, con una maestra a la que hacían llorar día por medio, en las mañanas más frías que puedo recordar, donde vi por primera vez que el pasto se congele y donde entre empujones aprendí a pelear, también hice amigos.
20 años más tarde a varios los tengo. 20 años más tarde recuerdo como iba a sus casas a hacer deberes que a veces no existían, pero eran la excusa para vernos. Y escaparnos en bici lo más lejos que pudiéramos, para fingir que lo estábamos descubriendo, lo que para mi era cierto.

Llevo días sin dejar de pensar en uno de esos amigos, el primero de ellos, el que hizo que le rompiera los huevos a mis padres para que me compraran una bici con cambios, porque siempre me ganaba las carreras. Claro que mis padres creían que era un capricho que justo eligiera esa Winner Z, que era la más cara. Llevo días pensando como tampoco fui el mejor amigo, y como después lo dejé de ver. O cómo hacía tanto tiempo que no sabía de él, o cómo me olvidé hasta hoy, de esas carreras por las calles empedradas del Delta.

Siempre quiero que el tiempo deje de pasar, todo el tiempo pienso que nada me haría más feliz que volver a andar por esas calles, pensando que soy yo el que las está descubriendo.

Toda mi vida fue así, era el cheto de Montevideo en el Delta, fui el plancha que escuchaba punk de Rincón de la bolsa cuando estudié Libertad, me decían que era canario porque tenía dos horas de viaje cuando iba al IAVA. Siempre pasé descubriendo lugares y haciendo amigos. El resto solo son recuerdos.

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