-Hoy no, de verdad, hoy no puedo. Con todo esto de la casa
estoy muerto y la verdad no me quiero complicar más. Dijo Adrián, cortando la
llamada y tirando el celular a la cama, como si así los problemas también se alejaran.
Atrás del teléfono se tiró él, como derrotado y así quedó, hasta que la puerta
se abrió. Era su novia, Natalia, que se acostó a su lado y no tuvo que
preguntar nada, sabía más o menos que era lo que pasaba.
-Era mi vieja de nuevo, le pedí plata el otro día y mucha,
perdón que no te dije, pero no sabía qué más hacer.
-Ya te dije que teníamos que aguantarnos pero tampoco es para
tanto. ¿Qué pasó? ¿Se enojó?
-No, pero se arrepintió y precisa la plata, la quiere el
miércoles y yo no tengo de dónde mierda sacar. Pagué todo con eso ya, son más
de 10 lucas que no tengo.
-Ya se nos va a ocurrir algo, supongo. Siempre se nos ocurre algo. -Respondió, dándose la vuelta,
mirando el techo.
Pensando si de verdad se les iba a ocurrir, llevaban
9 meses desde que había nacido la nena y era una calesita de préstamos,
favores, devoluciones, deudas y dolores de cabeza.
Y aunque los dos hicieran lo que pudieran, no importaba, la plata no estaba y
todo se iba a la mierda.
Adrián se levantó y se empezó a vestir, callado y rápido,
como si se le hubiera ocurrido algo, pero no lo decía. Salió del cuarto dándole
un beso a la bebé que dormía y se fue. Se subió a la moto y fue al barrio donde
se crio, le estalló la cabeza todo el viaje, sabía que algo tenía que hacer y
era lo único que se le ocurría.
Llegó a la esquina donde paraban sus amigos, buscando a
Juan, el más sarpado de ellos, el que lo había invitado mil veces a rapiñar
después de emborracharse cada noche desde que tenía 15 años. Y al que siempre
le había dicho que no, hasta hoy, que quería salir de ésta, no aguantaba más.
Algo tenía que hacer, y eso era aceptar de una vez por todas.
Encontró a juan, parecía que no lo iba a convencer, hacía
tiempo que no salía de caño y no quería volver a estar en cana, pero después de
contarle bien lo que había pasado, hablarle de su hija y tomar dos cervezas,
aceptó.
Fueron por las armas a lo del tío de juan que no entendía
nada y era el mejor escondite para esas cosas, llamaron a otro amigo y se juntaron de nuevo en
la misma esquina, a juntar fuerza. Salieron en un auto que dejaron a 5 cuadras
de la farmacia de Carrasco a la que pensaban asaltar, la idea era que al otro
día pudieran irlo a buscar, porque después del robo iban a salir en la
camioneta blanca del dueño de la farmacia, estaba todo más o menos pensado.
No importan los detalles, entraron y todo se descontroló,
Juan agarró a la muchacha de la caja y Adrián ya no quería estar ahí, Fernando, que miraba e intentaba calmarlos, cuando Adrián apuntó a Juan y dejó de
apuntarle al seguridad, que no perdió la oportunidad y disparó. Todo se volvió
silencio en un segundo eterno. Después todo volvió al descontrol y a los
gritos de nuevo, entre disparos, Juan y Fernando salieron corriendo, mientras Adrián
seguía en el piso, sangrando y repitiendo el nombre de su hija con sus últimos
suspiros.
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